(La Tierra Moribunda 03) La Saga De Cugel

(La Tierra Moribunda 03) La Saga De Cugel

Author:Jack Vance
Language: es
Format: mobi
Published: 2011-12-17T18:00:06.455899+00:00


Libro Cuarto

DE PORT PERDUSZ A KASPARA VITATUS

1

En los muelles

Un viento favorable empujó a Cugel y a su cama por encima de las colinas, confortable y convenientemente. Mientras derivaban sobre la última cresta, el paisaje se disolvió en la lejanía, y ante él, de este a oeste, se extendió el estuario del río Chaing, en un gran meandro de líquido metal negro.

Hacia el oeste, a lo largo de la orilla, Cugel observó una dispersa extensión de desmoronantes estructuras grises: Port Perdusz. Había media docena de barcos amarrados en los muelles; a tanta distancia, Cugel no podía distinguir uno de otro.

Hizo que la cama descendiera colgando su espada y sus botas a cada lado, de modo que sufrieran los efectos de las fuerzas de la gravedad. Empujada por caprichosas ráfagas de viento, la cama descendió en direcciones más allá del control de Cugel, y finalmente cayó en medio de un matorral de tulsíferos, a unos pocos metros de la desembocadura del río.

Cugel abandonó reluctante la cama y echó a andar hacia el camino que bordeaba el río, cruzando una pantanosa llanura poblada por una docena de especies de plantas más o menos nocivas: bardana roja y negra, espinos vesicantes, hurses de flores marrones, enredaderas sensitivas que se apartaban con disgusto al acercarse él. Lagartos azules le silbaban furiosamente a su paso, y Cugel, ya de humor irritable por el contacto con los espinos vesicantes, les gritó en respuesta:

—¡Silbad hacia otro lado, sabandijas! ¡No espero nada mejor de bestias de tan poca calaña!

Los lagartos, adivinando la naturaleza de la respuesta de Cugel, corrieron hacia él a pequeños saltos, silbando y escupiendo, hasta que Cugel agarró una rama muerta y, golpeando el suelo, los mantuvo a raya.

Finalmente alcanzó el camino. Se sacudió las ropas, golpeó el sombrero contra su pierna, cuidando de evitar el contacto con la «Estallido Pectoral». Luego, girando la espada de modo que formara un ángulo más airoso, echó a andar hacia Port Perdusz.

Era mediada la tarde. Una hilera de altos deodars bordeaba el camino; Cugel se veía alternativamente bañado por su negra sombra y la rojiza luz del sol. Observó la presencia de alguna choza ocasional en la ladera de la colina, y barcazas medio podridas a lo largo de la orilla del río. El camino pasaba junto a un antiguo cementerio al que daban sombra irregulares hileras de cipreses, luego se desvió hacia el río para evitar una escarpadura sobre la que se divisaba perchado un palacio en ruinas.

Entrando en la ciudad propiamente dicha, el camino formaba un recodo en torno a la parte de atrás de una plaza central, donde pasaba frente a un amplio edilicio semicircular, que en su tiempo debía haber sido un teatro o una sala de conciertos pero ahora era una posada. Luego el camino volvía junto al agua, y pasaba al lado de los barcos que Cugel había observado desde el aire. Una pregunta se formó en la mente de Cugel: ¿estaría el Galante todavía en el puerto?

Era improbable, pero no imposible.

Sería de



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